Sucede que tengo tantas cosas que decir que cada palabras se hace ligera ante en peso del recuerdo. Pasa que mi cabeza se empeña en convencerme de mentiras que amenazan con acrecentar las ilusiones vencidas de angustias vetadas. Pasan ideas por mi cabeza, amenazan con quedarse, vacían los pocos recuerdos secos que me quedan, y humedecen las esperanzas de volver a ser lo que alguna vez fui. Me canso, me agoto, me pasmo, me acurruco, me retuerzo entre sábanas de lágrimas llenas de remordimientos heridos. Ando por caminos de piedra y fuego, mis pies sangran mientras mis manos lloran, la mente se eleva a una dimensión en donde yo no soy más que una palabra monosílaba de un diccionario indescifrable. Y me doy cuenta que he vivido en el universo tácito de mi memoria, viviendo de utopías transitorias de amores espumosos, que crecen y crecen para luego fundirse en el aire y desaparecer. Me hundo entre lodos densos de ideas suicidas, lagunas encendidas que carcomen el sueño de volver a amar con las mismas ganas y el mismo dolor de tiempos pasados, en donde mi vida se resumía a la entrega del pétalo de una rosa y una promesa de amor eterno. Ahora soy yo quién se resume a la travesía del velero que naufraga en aguas ajenas a su puerto, que en su ávido intento por respirar, se rinde ante la impotencia de un mar al que no pertenece. Ahora es la sombra de la caverna la que insiste en mostrar una imagen gélida de mí, desprendida de todo ser, cohibida de todo mal, privada de aromas etéreos de primavera, amarga, agría, con un sabor a derrota, a dejación.
Lo recuerdo, claro que lo recuerdo. Recuerdo haber conocido la eternidad en un solo respiro, con una palabra rota que se sumía en las nubes con cada parpadeo. Me recuerdo caminando junto a él, callejones de insomnios que se calmaban con el salir del sol. Que importaba que el sueño hubiera sido la estrella que brillaba por su ausencia, que importaba que se reavivaran mis miedos de morir mientras el mataba mariposas con sus murmullos. Lo recuerdo mirándome con ojos de luna, hablándome de héroes en lenguas muertas, que para mi, estaban más vivas que el mismo dolor que me causaba. Recuerdo sus palabras flotando en el viento como burbujas de primavera, promesas aladas que se plasmaban en mis oídos retumbando cada noche en mi cabeza, que hasta el día de hoy son el lenguaje de una piel que amé, palabras que duermen entre mis labios cada vez que quiero olvidarlo.
"Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los ultimos versos que yo le escribo."
Pablo Neruda