jueves, 3 de marzo de 2011

(Sigh)

Y así empieza otro día en la jungla de cemento. Las caras largas de siempre. Las mismas caras en su afán eterno de evadir miradas. Quien lea mi piel pensará que me escondo. Mentira. Solo quiero evitar perderme en vidas ajenas, permeándome en dolores agridulces. Y no es cobardía. Después de todo, ellos me miran de la misma manera, ajena a su mundo distante a sus pretenciones, como enajenada por mi propio dolor. Ahora soy yo quien evade miradas con un miedo constante a encontrarme con historias trágicas de soledades, mundos llenos de rencor, seres autómatas que caminan buscando salidas a laberintos de espinas. Se topan conmigo, rebotan en mis duelos, se filtran entre anhelos y venganzas. Me miran, como si sus almas fueran ajenas a mi dolor, a esa pérdida de un todo que divaga en la nada (y tal vez lo son). Surge una necesidad por entender a quien me mira a quien me toca, a quien me entiende y a quien me odia. Mi mente vuela entre miradas fijas que me juzgan, vidas que penden de hilos de plata. Se sientan en mi mesa, se acomodan sin pedirme permiso. Se instalan en lugares que tenía reservados para entes frágiles que pudieran llegar a alimentarse de mi. Instalan barreras para resguardarse de un posible ataque de mi ego o alguna emboscada de mi conciencia. Y no es que me moleste su presencia. No. La verdadera molestia llega cuando mi inconsciente demanda explicaciones y cuestiones cuyas respuestas desconozco. Y descubro que la capacidad de evadir preguntas me fue arrebatada cuando decidí ignorar mi razón y seguir las leyes de mi voluntad. 

... Y por primera vez en mucho tiempo, me hizo dudar. 






martes, 1 de marzo de 2011

Frank Sinatra - My Way 1974

Hey, stranger

Hoy es el comienzo del fin de una época cansada de reincidencias. Ver un pasado infructuoso pasar por mis ojos y saber que son mas los arrepentimientos que las ganancias, solo produce un sentimiento insípido, amargo, agrio. La tortura de atravesar la misma calle y no ser la misma persona, abrir la única ventana después de haber cerrado una infinidad de puertas, el fracaso reflejado en unas lágrimas evaporadas, palabras gastadas en tiempos de ausencia. Un pulso con el pasado que solo promete deudas con el futuro, la eterna pugna entre mi vicio y mi afán de abandonarme en la mitad de la nada. Me lleno de juramentos, de promesas, de rompimientos, de cargos contra mi mente, de razonamientos inútiles y pretenciosos, solo para evitar volver a caer en debilidades de genero, de alma o de piel. Hoy me lleno de fuerza para pasar las páginas de un libro con hojas de piedra. ¿Cuántas? Cuantas sean necesarias para romper el equilibrio de mis miedos y ser testigo del renacer de una historia ahogada en palabras.

La vida es una pausa entre esperas, cambios repentinos entre frecuencias, sintonías falsas que emanan arrepentimientos. Afanes que llevan a destinos utópicos, viajes inconclusos a un más allá lleno de cercanías indeseables. Una paradoja que me mira, se ríe, se pasea por mi lado y desaparece, asumiendo absoluta claridad en mi mapa. Se viste de blanco, perturba mi arco iris, disuelve los diseños enlodados de perfección. Descaradamente atraviesa murallas, irrumpe silencios que había guardado para juicios con condenas eternas. Entierro entre sal recuerdos efímeros, memorias solventadas en frágiles suspiros. Me pierdo sin volverme a encontrar. La sola idea de un "yo" perdido, me destruye la fortaleza que me refugiaba de su fantasma. Y la carga se hace insoportable.

Se pierde la luz al final del túnel, y solo queda el olor de la oscuridad buscando poros penetrables.